Fugit irreparabile tempus.

Cuando eramos pequeños, todas las cosas nos sorprendían, e incluso nos emocionábamos con las cosas mas tontas. A mi, en concreto, me encantaba cuando mi madre, al salir de la guardería, me traía un chocolatina todas las tardes. También adoraba los comidas en aquella cocina tan alargada, o cuando jugaba con mi hermana a las muñecas y el suelo de tu habitación se convertía en una ciudad por unas escasa horas. Vas creciendo, al igual que van creciendo los demás, y unos personas se convierten antes en adultos que otras. Adolescencia.... que recuerdos tan bellos de aquella etapa. Tu primer amor, aquel chico que no aguantabas pero que te encantaba, aquel con el que nunca creías que llegarías a estar... Tus amigas, con las que hacías tantas locuras que incluso una camiseta creías que te traía suerte, o que ir a la bolera con ellas te hacia que estuvieras toda la mañana planeando como seria la tarde. No tenias problemas con los estudios, y no caías mal a nadie. Eras una niña, una niña simpática con ganas de comerte el mundo. Y sigues creciendo... ese chico se va, las amigas ya no son las mismas, y tu estas agobiada por todo. Y, ¿que es ese todo? Porque te has dado cuenta de que tu personalidad es demasiado extremista o radical, de que no dejas de cometer fallos por ser una maldita egoísta que solo piensa en sí misma, sin darse cuenta del daño que puede causar. Sí, esa eres tu. En realidad, cuando eres pequeña todo lo ves con otros ojos, veías que esta edad es maravillosa, pero que equivocada estaba. Solo queda seguir con tus preocupaciones, con tu paso del tiempo, y tus ganas de seguir luchando contra todo lo que se te ponga por enfrente, porque es lo que he aprendido después de todos los errores, que sola no se esta tan mal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El ayer.

Siglo XVII